Ven hacia mí en silencio, con la sonrisa abierta,
absorbiendo en los ojos la noche iluminada;
deslízame en la mano la imperceptible oferta
del rayo que la luna depositó en tu almohada.
Reclínate en la alfombra y oye el rumor del fuego
cuyas lenguas nerviosas erotizan el leño;
que su calor tu cuerpo revitalice, y luego
encienda tu mirada y acaricie mi sueño.
A tu lado en el suelo veré los diablos rojos
de las llamas inquietas, con tu mano en mi mano,
y las chispas revueltas danzarán en tus ojos
como estrellas fugaces en un cielo lejano.
Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura,
despertando temblores en tu piel descubierta,
y acercarás el rostro bañado de ternura
para aspirar los besos de mi boca entreabierta.
Las cien lenguas del fuego se deslizan lascivas
en torno al tronco envuelto por el abrazo ardiente,
y tus trémulas manos se arrastrarán furtivas
asiendo el miembro erecto gentil y firmemente.
En tu mirar directo flotan complicidades
que acercan a mi mundo tu intensidad de amante,
y percibo tu entrega y calmo tus ansiedades,
mientras entre tus dedos me retienes vibrante.
Lame incesante el fuego, y es cálida tu boca,
en aquel, sequedades, y humedades en ésta;
labios que se resbalan, y paladar que toca,
y relieves e impulsos que el amor manifiesta.
Arde el leño sin tregua, con ligeros chasquidos,
y se elevan las llamas en ondas desiguales;
y en tu ascenso y descenso hay rítmicos sonidos
de profundos y tensos contactos guturales.
El leño se retuerce bajo el calor intenso
y explota en la alegría de una amplia llamarada;
y tus ojos revelan el repentino y denso
fluir de surtidores en garganta infiltrada.
La lumbre ya se extingue, y el tronco está deshecho;
ven, mujer, y sonríe, y abrázame apacible,
reposa tu cabeza gentil sobre mi pecho,
y soñemos el sueño de un futuro tangible.
absorbiendo en los ojos la noche iluminada;
deslízame en la mano la imperceptible oferta
del rayo que la luna depositó en tu almohada.
Reclínate en la alfombra y oye el rumor del fuego
cuyas lenguas nerviosas erotizan el leño;
que su calor tu cuerpo revitalice, y luego
encienda tu mirada y acaricie mi sueño.
A tu lado en el suelo veré los diablos rojos
de las llamas inquietas, con tu mano en mi mano,
y las chispas revueltas danzarán en tus ojos
como estrellas fugaces en un cielo lejano.
Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura,
despertando temblores en tu piel descubierta,
y acercarás el rostro bañado de ternura
para aspirar los besos de mi boca entreabierta.
Las cien lenguas del fuego se deslizan lascivas
en torno al tronco envuelto por el abrazo ardiente,
y tus trémulas manos se arrastrarán furtivas
asiendo el miembro erecto gentil y firmemente.
En tu mirar directo flotan complicidades
que acercan a mi mundo tu intensidad de amante,
y percibo tu entrega y calmo tus ansiedades,
mientras entre tus dedos me retienes vibrante.
Lame incesante el fuego, y es cálida tu boca,
en aquel, sequedades, y humedades en ésta;
labios que se resbalan, y paladar que toca,
y relieves e impulsos que el amor manifiesta.
Arde el leño sin tregua, con ligeros chasquidos,
y se elevan las llamas en ondas desiguales;
y en tu ascenso y descenso hay rítmicos sonidos
de profundos y tensos contactos guturales.
El leño se retuerce bajo el calor intenso
y explota en la alegría de una amplia llamarada;
y tus ojos revelan el repentino y denso
fluir de surtidores en garganta infiltrada.
La lumbre ya se extingue, y el tronco está deshecho;
ven, mujer, y sonríe, y abrázame apacible,
reposa tu cabeza gentil sobre mi pecho,
y soñemos el sueño de un futuro tangible.
JUNTO AL FUEGO - Poemas de Francisco Álvarez
AQUELLA guerra! El tiempo
un año y otro y otro
deja caer como si fueran tierra
para enterrar
aquello
que no quiere morir: claveles,
agua,
cielo,
la España, a cuya puerta
toqué, para que abrieran,
entonces, allá lejos,
y una rama cristalina
me acogió en el estío
dándome sombra y claridad,
frescura
de antigua luz que corre
desgranada
en el canto:
de antiguo canto fresco
que solicita
nueva
boca para cantarlo.
Y allí llegué para cumplir mi canto.
Ya he cantado y contado
lo que con manos llenas me dio España,
y lo que me robó con agonía,
lo que de un rato a otro
me quitó de la vida
sin dejar en el hueco
más que llanto,
llanto del viento en una cueva amarga,
llanto de sangre sobre la memoria.
Aquella guerra! No faltó la luz
ni la verdad,
no hizo falta la dicha sino el pan,
estuvo allí el amor, pero no los carbones:
había hombre, frente, ojos, valor
para la más acribillada gesta
y caían las manos como espigas cortadas
sin que se conociera la derrota,
esto es, había poder de hombre y de alma,
pero no había fusiles
y ahora les pregunto
después de tanto olvido:
qué hacer? qué hacer? qué hacer?
Respóndanme, callados,
ebrios de aquel silencio, soñadores
de aquella falsa paz y falso sueño,
qué hacer con sólo cólera en las cejas?
con sólo puños, poesía, pájaros,
razon, dolor, qué hacer con las palomas?
qué hacer con la pureza y con la ira
si delante de ti se te desgrana
el racimo del mundo
y ya la muerte
ocupa
la mesa
el lecho
la plaza
el teatro
la casa vecina
y blindada se acerca desde Albacete y Soria,
por costa y páramo, por ciudad y río,
calle por calle,
y llega,
y no hay sino la piel para pelearle,
no hay sino las banderas y los puños
y el triste honor ensangrentado
con los pies rotos,
entre polvo y piedra,
por el duro camino catalán
bajo las balas últimas
caminando
ay! hermanos valientes, al destierro!
El fuego cruel - Poemas de Pablo Neruda
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